/
Cordoba

CÓRDOBA: Cabanillas, el ex arquero que enseña a atajar en silla de ruedas

Carlos Sergio Cabanillas es un ex guardameta cordobés que sufrió un accidente de tránsito hace 10 años y quedó en silla de ruedas. Tras "pelearse" con el fútbol, ahora volvió y es entrenador de arqueros en el club Náutico, de Villa Rumipal.

“El Loco” Cabanillas, Carlos Sergio Cabanillas para el DNI, es la persona que está detrás de la silla de ruedas. Así le gusta decir a él. “El Loco” Cabanillas son 47 años, un cuerpo que se aguantó pelotazos por todos lados, dos brazos que son como piernas, una hija llamada Melanie que está estudiando en la Facultad de Río Cuarto gracias a que papá se sigue trepando de un andamio para llegar a un segundo piso de una obra en construcción y, sobre todo, Carlos Sergio Cabanillas es arquero. Nunca dejará de serlo.
“El Loco” Cabanillas es un sobreviviente. Un tipo que supo reinventarse contra sus propios miedos y los de los demás. Un hombre que entendió que sólo siendo valiente podía aprender de nuevo a vivir.
Cabanillas ceba un mate con burbujas bien temprano en Villa del Dique, le da un beso a su señora Norma y sale a hacerle frente a la vida. Cruzando esa puerta que marca el afuera del adentro. Esa línea que muchos en su situación no pudieron o supieron como cruzar.
"Si te cuento mi historia no es para ser un héroe. Sólo quiero ayudar a que alguien que la lea se anime a salir y luchar".
Estamos en 2007 y Sergio Cabanillas está en Pampa de los Guanacos, en Santiago del Estero. Tiene 37 años y el trabajo lo llevó hasta esa zona rural. Esta despuntando sus últimos cartuchos como arquero donde todo empezó: Náutico Rumipal, el club de Villa Rumipal (localidad situada en el departamento Calamuchita, a unos 115 kilómetros de la capital). El pueblo donde se crió y donde viven todos sus afectos.
Pero ahora (otra vez en 2007) en Santiago del Estero encara un camino recto y de tierra, en medio de la nada. Está enojado con uno de los peones que hizo mal su trabajo. Está caliente. Y su camioneta decide perder el equilibrio en una curva.
Cabanillas está inconsciente. En una camilla. Lastimado por todos lados. Despierta ocho días después. Con una operación en su médula por un pinzamiento. Y lo peor: no siente las piernas. El fútbol se terminó para siempre. O casi.
Diez años después, en 2017, el mismo Cabanillas que dejó el fútbol al quedar en silla de ruedas puede contar toda su historia de un tirón. Con orgullo pero sin pedantería. Es la historia de un arquero que a los 14 años debutó en Primera del equipo de su pueblo.

El mismo pibe que Independiente de Avellaneda vio en una prueba de juveniles en Villa del Dique y decidió llevarlo allá, a la gran ciudad. El mismo Cabanillas que pudo aguantar un año y medio eso de ser un niño de pueblo en Buenos Aires. Y se volvió para sentarse a tomar mates con su vieja.
Cabanillas es todo un mito en la Liga de Río Tercero. Quizá el mejor guardameta de la región en su historia. El típico ejemplo que existe en cada pueblo del crack que no llegó.
Sergio estuvo también en Vélez Sársfield. Pero las cosas no se darían. Y regresaría finalmente a su zona para crear una leyenda. Atajó en Atlético de Río Tercero. Y fue el primer jugador por el que se pagó un pase en esa liga: lo compró el poderoso 9 de Julio de Río Tercero. También pasó por Juniors y Racing de Nueva Italia en Córdoba capital.
Hasta que esa camioneta se dio vuelta en una ruta de tierra en el monte mismo.
"A mi no es que me pasó el tren una vez. Varias veces me pasó. Pero fue culpa mía. Yo lo dejé pasar. Por eso no llegué".
Cabanillas muestra las fotos donde se lo ve con la inocencia de un niño posando para una postal que será eterna en la mismísima cancha de Independiente.
Está en una carpeta donde varios recortes de diarios amarillentos de los años ‘80 y ‘90 destacan su figura. Y se lo ve volando contra un palo, bien abajo. A él, el hombre que hoy está detrás de la silla.

Es de noche en Villa Rumipal. Sergio trabajo todo el día con su transporte de caballos y en esa misma Ford S10 adaptada de manera casera para que Cabanillas pueda manejar, llega a la cancha de Náutico Rumipal.
Villa del Dique y Rumipal son casi el mismo pueblo. Los divide apenas una avenida. Pero cada uno tiene unos cinco mil habitantes. Allí la gente aún tiene tiempo para vivir.
"A mí siempre me gustó entrenar. Cuando arreglaba en un club antes de pelear el sueldo arreglaba cuántos días iba a viajar para las prácticas. Si era cuatro a la semana, mejor".
Después de 10 años de enemistad con el fútbol, aceptó a volver a sentir ese olor a pasto y tierra mojada que se siente en las nochecitas de entrenamiento de verano.
"Después de lo del accidente me aislé del fútbol. No podía ver ni una pelota en la televisión. Me hacía mal".

Pero algo cambió su forma de mirar la vida en los últimos tiempos. Se abrió una cuenta en la red social Facebook y empezó a reencontrarse con quien fue. Amigos, ex compañeros y rivales volvieron a toparse con “el Loco” Cabanillas a través de una pantalla. Y así empezó a sentirse recordado y respetado. Eso lo hizo dudar. Justo ahí, la gente de Náutico Rumipal le ofreció tomar el puesto de entrenador de arqueros de la primera división. Y lo convencieron a regañadientes.
Sólo hizo falta que Cabanillas llegará a su primer entrenamiento para despertar al arquero dormido dentro de él. El resto se dio sólo.
"Me costó volver al fútbol. Fui encontrando gente del pasado, muchos amigos y eso me hizo bien. Sentirme respetado. Querido. Y, con mi discapacidad, tenés que incluirte vos en la sociedad. Porque cada uno hoy anda en su mundo. Y quedás relegado. Hoy voy a las canchas y en los túneles y vestuarios no hay rampas. Les hice un lío bárbaro a los de la Liga. No se cómo van a hacer para que entre a la cancha. Pero esto va a servir para otros discapacitados. Por si llega haber otros loquitos como yo... Yo digo siempre que soy un aspirante. Siempre aspiro a más".
Cabanillas asume su vida como lo que es: un desafío. Pero no le tiene miedo. En su casa jamás hizo poner rampas o barandas. Uso tres meses pañales tras volver a su hogar y después se las arregló para hacer sus necesidades sin recibir la ayuda de nadie. Por eso se gana el pan cada día en su camioneta o en alguna obra en construcción.
"Siempre y cuando me dé la altura de la silla, hago lo que sea".
Recibe una pensión por discapacidad y un ingreso por alquiler. Con eso sostiene a su familia. Su mujer trabaja en una panadería y entre los dos pueden pagarle los estudios de contadora a su hija en Río Cuarto.
"Yo también estuve mal. No entendía. Pero tomé conciencia que tenía que seguir adelante. El mundo que nos toca es especial, difícil, siempre dependes de alguien. Aprendí a ser paciente, tolerante. La gente te discrimina porque no sabe cuál es mi lucha diaria. Hay que aguantar".
Dentro de sus posibilidades, hace una vida "normal". Y suele dar charlas o talleres a la gente de la región que le tocó su misma suerte.
"La silla no es una cárcel. No es una trampa mortal. Yo estoy peleando porque no soy cagón. Yo logré que mi hija pueda tener un estudio con mi propio trabajo. Me siento orgulloso de lo que logré Y no lo digo de egocéntrico. Veo mucha gente joven que no tiene ganas de vivir. Y yo sí. Por eso espero contagiarlos. Esta es la única vida que tenemos. No hay otra".

Carlos Cabanillas tiene nueve años y quiere jugar al medio en los potreros de Villa del Dique. Es más. En el club no lo aceptan porque dicen que “es malo”. No sabe con la pelota.
Pero un día falta el arquero y desde ahí el arco siempre irá Cabanillas.
“Yo era un perro. Pero me gustaba jugar al medio. Ya de grande, en las prácticas me largaba a jugar de volante. Son caprichos que tenemos todos los arqueros, viste”.
A los 14 años debutará en Primera y atajara por 23 años más aquí y allá. Ganando una moneda y a veces buena plata.
"El fútbol es hermoso. Más allá de que ya no pueda jugarlo. El fútbol siempre te sorprende. Siempre tiene una vuelta más. Mira lo que me pasó ahora a mí".
Ahora a él, a “el Loco” Cabanillas, le pasó que volvió a sentirse arquero. Así lo nota esos cuatro días a la semana en los que entrena a seis arqueros en Náutico. Los habla, los ordena, les cuenta anécdotas, les revela secretos del puesto y hasta se tira al suelo desde su silla para remarcar algún detalle.
"Los chicos me escuchan. Me respetan. Creo que lo que hago es útil. Les sirve. Si no me iría a mi casa".
“Él se sentía olvidado porque nunca nadie lo invitó a volver al futbol y hoy está con un momento emocional muy positivo”, cuenta Juan Manuel López, parte de cuerpo técnico de Náutico y quien lo fue a buscar. Y va más allá: “Cuando anunció su retorno, enseguida generó muchas reacciones de afecto del mundo del fútbol y fuera del fútbol también. Esto también lo fortaleció para darle para adelante. No te haces una idea lo admirable que es su trabajo y su compromiso. Lo ves enseñando, haciendo escuela, tirado al suelo con los arqueros. Olvidándose por momentos que está en sillas de rueda. Es emocionante…”.
Además, Carlos prepara a un chico clase ‘99 de Villa del Dique (Emiliano Vogel) que pronto irá a probarse a Boca.
"Anda bien. Pero le voy a prestar mis manos cuando vaya, ja".
Mientras tanto, recibe material y nuevos métodos de entrenamiento de arqueros. Se instruye y trata de meterse de lleno en esta segunda vida dentro del fútbol.
"Ojalá el que lea la nota sienta que se puede. Y que atrás de una silla de ruedas hay un tipo. Como yo, Carlos Sergio Cabanillas. ‘El Loco’".

FUENTE: HERNÁN LAURINO (MUNDO D).

FOTOS: MUNDO D.

Sábado 08 de abril de 2017, 22:38

Se informa a los visitantes de Ascenso del Interior que los comentarios serán visibles una vez aprobados por el moderador y que no será publicado ningún comentario que contenga insultos, amenazas, agresiones o denuncias anónimas. Muchas Gracias.
¿No tenés Facebook? Ingresá tu comentario continuación:
Nombre:
Comentario:
 
  Por favor ingresá el texto de la imagen:
 
Foto: Mundo D.