En un partido con una intensidad emocional impresionante, Temperley metió un triunfazo contra Atlético de Tucumán en tiempo de descuento, en su cumpleaños 102, y con el Beranger repleto de fervor.

Fue un partido para recordar por mucho tiempo. Porque fue un triunfo bisagra, de los que retemplan el carácter de un equipo, lo llevan a la punta de la tabla en su zona, y logrado en el último minuto de juego en su cumpleaños 102.

Esta película vivida en tiempo real comenzó con el Cele imponiendo condiciones en su casa: marcando bien arriba, forzando errores a una defensa insegura y atacando permanentemente a un Lucchetti que en nada se pareció al que atajó para diez puntos en la ida.

El local achicó acertadamente hacia adelante, recuperó muy bien en el medio, distribuyó con criterio el balón a través de Oroná y Di Lorenzo, preocupó con los destellos siempre geniales de Brandán, y entre Grbec (que jugó nuevamente otro gran partido) y López arrimaron peligro a una defensa desbordada permanentemente.

Al equipo de Ricardo Rezza le faltó completar el combo con la tranquilidad que exige el gol: ese instante de frialdad suprema antes de definir. Entonces acumuló situaciones claras pero lo perdonó al equipo tucumano, que en una jugada aislada, tras un centro frontal, usufructuó una distracción del local para que Menéndez marcara un disparatado 1 a 0 a favor del que poco y nada había hecho.

Después del gol, el elenco de Héctor Rivoira, que había sufrido la expulsión de Sbuttoni, manejó un rato el trámite con la habilidad de Imbert y –sobre todo- de Grahl, más el acople siempre peligroso de Luis Rodríguez, aunque sin aportar mayor peligro.

El entretiempo sirvió para que Temperley reordenara ideas, modificara conceptos y fuese decidido a buscar el empate, que llegó luego de que Grbec capturara un rebote y, entre una multitud de jugadores en el área tucumana, estampara su tremendo derechazo cruzado junto al poste derecho de Lucchetti.

Lo repetí durante la transmisión casi como una letanía: en cuanto el Cele hiciera la pausa justa para definir, se terminaba el partido. Sin embargo seguía creando situaciones y dilapidándolas. Eso sí: sin renunciar nunca a la lucha, a la entrega conmovedora de sus jugadores y a la saludable cualidad de intentar jugar por abajo cuando se pudo. Varias veces volvió a recomenzar una jugada para intentar una entrega precisa ante la multitud de jugadores que Atlético colocó desordenadamente junto a su arquero.

Fue en otro gran pase al ataque del gladiador que tiene el Gasolero en el fondo, Gastón Bojanich (otro apellido para el podio), cuando en tiempo de descuento llegó el desnivel. El ex Barracas Central pasó decidido entre los centrales adversarios y cuando se iba a encontrar cara a cara con Lucchetti llegó el agarrón, la caída y el penal correctamente sancionado por el árbitro.

Con frialdad de goleador, Luis López esperó que Lucchetti se inclinara hacia su izquierda para colocar la pelota a su derecha.  Por mucho tiempo se recordará el estallido del atestado Beranger ante un gol que valió el triunfo y la punta de un torneo en el que hace rato que Temperley es protagonista.

Y antes que pensar en los lesionados que dejó este combate (Grbec, Di Lorenzo, Quiñónez), o en el próximo partido, les propongo que pongamos el freno de mano al vértigo que impone el fútbol y que, de aquí al miércoles, no hagamos otra cosa que festejar, intensa y alocadamente.

Por los 102 años, por la punta del campeonato, por la humildad de un equipo que sabe hacerse fuerte en las difíciles, por la inmensa ilusión de la gente, y porque el sueño está cada vez más cerca de cumplirse.

Por Carlos Algeri - http://www.todoportemperley.com.ar/

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