Mañana estarán jugando Ferro y Platense, otro encuentro de vital importancia para cada uno de ellos con las aspiraciones de poder ser puntero de grupo y, de esa manera, jugar con el líder de la Zona B la final a partido único y en cancha neutral.
La noche se prestaba para un buen partido y así fue para Estudiantes. El equipo de Vázquez mereció ganar claramente, ese es el principal título de la noche, pero chocó con dos argumentos válidos para comentar el empate. En primer lugar, las manos de Papaleo, gran figura del partido, y la propia impericia del Celeste de no poder convertir, una problemática que se empezó a notar en los amistosos de pretemporada.
Quizá lo mejor se vio en el primer tiempo, con el juego clásico que propone Estudiantes, el vértigo por afuera, la presencia incansable de los laterales, de Benavídez y del propio Arismendi, que le tocó hacerlo ayer por la noche y cumplir una buena tarea ante la lesión de Lucas Suárez y la suspensión de Maximiliano Padilla.
En los primeros minutos lo complicó a Temperley, quitándole la pelota y haciéndole sentir el rigor de su fútbol, probablemente jugando los mejores minutos desde que se reanudó la competencia.
Temperley equilibró las acciones promediando el primer tiempo, pero sólo en la posesión y no tanto en llegadas. El equipo de Perazzo se ve por de más impotente y falto de juego asociado, lo que lo hace un conjunto previsible, sin siquiera poder llegar a generar situaciones de gol. Lo poco que pudo hacer fue de la mano de Vietto y en esporádicos momentos.
La mala noticia llegó por la lesión de Javier Ferreira, quien se retiró en la medianía del primer tiempo, y el flagelo de las bajas que sigue persiguiendo a Estudiantes. Desde que comenzó la pretemporada hasta ahora suma una gran cantidad. Flagelo que no es ajeno a la mayoría de los equipos, si tenemos en cuenta el tiempo en el cual la inactividad fue lo que predominó por la pandemia.
Ya en el complemento, Temperley empezó un poco mejor, pero sin someter a Estudiantes, ni mucho menos, sólo de manera territorial, posicionándose cerca de Ardente, de correcto partido, pero sin complicar en demasía. Ahí apareció la seguridad en el juego aéreo de Nicolás Ferreyra y de Alan Vester, quienes se impusieron a sus marcadores con claridad.
Ya en la parte final, aparecieron Maxi Comba, Sepúlveda y el buen ingreso y debut de Joaquín Mateo, quien causó una buena impresión el tiempo que estuvo a prueba en los amistosos y se ganó un lugar entre los concentrados.
Allí pudo y debió ganarlo Estudiantes. Sin lugar a dudas, Papaleo se convirtió en la gran figura y evitó que los tres puntos se impusieran. Un par de atajadas a Comba, otro mano a mano claro con Hesar y la chances del equipo riocuartense que se fueron desvaneciendo, mereciendo, claro está, pero sin concretar. Cosa que en este fútbol y este campeonato se paga muy caro.
Si hacemos un breve repaso de lo que han sido estos cuatro partidos, el sabor es amargo; no en lo futbolístico, porque el equipo fue de menos a más -lo que se ve con facilidad-, pero sí en los reusltados. Cuatro puntos son muy pocos, la impresión de puntos perdidos a lo largo del campeonato, mereciendo ganar en Caseros, en el Candini ante Platense y ayer en el Beranger, dan cuenta de que lo que faltó claramente fue la concreción.
Se los mira a la distancia a Estudiantes de Caseros, a Agropecuario, sabiendo que un triunfo pone las cosas más complicadas todavía, pero siendo conscientes tambien de que el segundo puesto no deja de ser una opción potable y de prestigio por el acceso a semifinales que otorga.
Abunda el sabor a poco y Ferro asoma como próximo rival el domingo a las 21, en Río Cuarto, y con la necesidad imperiosa de ganar el encuentro para ubicarse de otra manera en esta Zona Campeonato.
Fuente: Diario Puntal (Rio Cuarto)