Violencia 10 Futbol 0
Lo que todos preveían que podía pasar (menos los inútiles de la policía rosarina), en definitiva pasó. Un partido que nunca se debió programar, fue suspendido por la impericia de los que deben controlar el orden y la estupidez y el empeño de los delicuentes que gobiernan las tribunas de los clubes rosarinos.
A estos delincuentes, que ni siquiera les cabe el nombre de barras bravas, son literalmente mercenarios del fútbol que, gracias a la permisividad de los dirigentes, quienes los defienden y fomentan (financiandolos economicamente en pro de sus beneficios políticos), logran perpetuarse y asesinando al fútbol, privando al verdadero hincha de disfrutar un fiesta deportiva, resultando cada vez mas dificil poder asistir a un estadio al hincha común.
El día que metan preso a un presidente de un club (o los dirigentes políticos que igualmente los utilizan) como responsable de la violencia cometida por su hinchada (como organizador y patrocinador de la asociación ilícita) se acaba la violencia en el fútbol y los barras bravas. Que la Justicia de este país se ponga los pantalones largos y deje de ser un complice espectador burocrata de tanta barbarie y tome las medidas necesarias para erradicar a los violentos.
A continuacion la crónica de la barbarie vivida el domingo por la tarde en Rosario.
Editorial de Daniel Benzi
La tarde que terminó en estallido tras los serios incidentes en el Coloso
Tras una escalada de hechos violentos en las instalaciones de Newell’s y un clima de máxima tensión, llegó la suspensión del partido más esperado para el fútbol de la ciudad.Sharei
La suspensión de los dos clásicos de la ciudad fue la puesta en escena de un final anunciado. Luego de dos semanas de provocaciones y atentados la tensión estalló en el corazón del club del parque Independencia, donde un roce menor con la hinchada rival disparó una secuencia tras otra de acciones violentas. El saldo fue un policía herido con una bala de plomo, al menos un simpatizante leproso lesionado con posta de goma y centenares de socios que oscilaban entre la ira y el pánico por la abrupta irrupción de la policía en las instalaciones, donde los afiliados usaban las piletas y los parrilleros como si el día del cotejo fuera un domingo más.
? El primer acto de esa serie encadenada de agresiones fue en la calle, cerca de las 17. Las versiones sobre el inicio eran confusas. Según la más extendida, un colectivo con simpatizantes y banderas de Central pasó por Pellegrini y Pueyrredón y los hinchas de Newell’s salieron a marcar terreno a pedradas. La policía intervino. Unas veinte chatas y patrulleros de distintas dependencias llegaron al acceso principal al club del Parque. Según la reconstrucción judicial, los hinchas leprosos corrieron hacia el Palomar y desde adentro del club recibieron a los efectivos a los tiros. En ese ataque con plomo fue herido el agente de la comisaría 5ª Pablo Sebastián Orellano, de 30 años, quien anoche se encontraba estable tras ser operado (ver aparte).
? La agresión a Orellano desató una brusca irrupción policial en el Coloso. Bajo un pandemónium de tiros con armas tipo Itaca, las familias que estaban en el natatorio vivieron momentos de terror. Los cartuchos de colores de unos cuatro centímetros quedaron esparcidos en el piso y algunos socios guardaron puñados en los bolsillos. Hubo diez detenidos y al menos un hincha herido en un glúteo. La balacera duró unos diez minutos. Personal de Balística luego incautó vainas 9 milímetros en el club y en la calle.
? La escalada no se detuvo ahí. Volvió a explotar minutos más tarde cuando llegó el ministro de Seguridad provincial, Raúl Lamberto. Arribó en un minibús en el que planeaban llegar a la cancha de Central los dirigentes rojinegros junto con funcionarios de la provincia y el municipio, en señal de cordialidad previa al clásico. Iban a buscar a los jugadores a Ricardone, pero enterados de los sucesos en Newell’s desviaron el recorrido.
? Cuando Lamberto puso pie en el asfalto, frente a la puerta 6, los hinchas lo increparon a grito pelado. “Los policías se metieron en la pileta, en los palcos, frente a criaturas de cuatro años. Entraron como si fuera la casa de ellos, tiraban a mansalva”, reprocharon exaltados los socios. El ministro entró a recorrer las instalaciones y logró permanecer imperturbable a los insultos de todo orden que le prodigaron a lo largo de unos 300 metros.
? Unos cincuenta socios enfurecidos de distinto sexo y edad acometieron a gritos contra el funcionario, sin dejar de insultarlo en la cara mientras iba escoltado por sólo dos policías. Los hinchas incluso arremetieron contra el presidente Guillermo Lorente y agredieron a fotógrafos y periodistas. “Robale la cámara. Asaltalo”, gritaban. A un reportero de El Ciudadano lo arrinconaron y le robaron la tarjeta de memoria. Más tarde impidieron el ingreso de cámaras de Canal 3 y Somos Rosario.
? La irritación fue el tono de la tarde y la tensión se palpaba con sólo respirar. “Entraron reprimiendo y por las ocho puertas”, gritaba una chica en el sector de piletas, donde los socios esperaban para que los dejaran retirarse. “Por favor tranquilos así podemos salir en orden”, se escuchaba por altavoz. Con escenas de dramatismo, el sector fue desalojado después de las 18.
? “Me pusieron un arma en la nuca y me hicieron salir con los brazos en alto con mi nene de 5 años”, denunció entre la exaltación y el llanto Betina Molinari. “No sabíamos adónde ir, se metieron en todos lados”, relataron otros socios. Al final, luego de la reunión que mantuvieron la comisión directiva, Lamberto, el secretario de Seguridad Matías Drivet y el jefe de policía provincial Cristian Sola, se informó la suspensión los partidos. Afuera, la tensión seguía en el aire.
"Que se aclare cómo lo hirieron". “Sabíamos que había llegado con un tiro, pero no sabíamos si estaba grave. Para colmo en las redes sociales empezaron a colgar que había fallecido. No sabemos bien cómo lo hirieron y pedimos testigos para que esto se aclare, porque esto le pudo pasar a cualquiera”, lamentaban en una puerta del Hospital de Emergencias los familiares de Pablo Sebastián Orellano, el policía herido en los incidentes en Newell’s. El agente, desde hace dos años sumariante de la comisaría 5ª, fue operado por un hematoma que el balazo le dejó en el cuello. La bala quedó alojada cerca del pulmón derecho. Sería de calibre 22.
El agente de 30 años vive con su madre de 60 en Empalme Graneros, en el primer piso de una casa que también ocupan sus hermanos mayores. Ayer estaba de franco pero lo llamaron como refuerzo.
? “Es un chico sano, juega a la pelota, se dedicó toda su vida al deporte y no faltó a trabajar ni una sola vez”, dijo su hermano Néstor. “Lo peor de todo es que es fanático de Newell’s”, apuntaron su cuñado y un amigo.
Día negro para el fútbol rosarino por la suspensión del clásico
Barbarie. Vergüenza. Inmadurez. Violencia. Incompetencia. Desidia. Locura. Un cóctel fatídico que convirtió al domingo en un día negro para la ciudad, excediendo por lejos sólo el aspecto deportivo. Tras una previa cargada de atentados cobardes a sitios identificados con ambos equipos, ayer irrumpió el “tiro” que faltaba para terminar de ensuciar el derby, de darle un sopapo que la historia grande este duelo no se merece. Un herido de bala, cortocircuitos entre las partes a la hora de dar las razones de la suspensión y un clásico que lamentablemente se manchó. Perdió Rosario.
? A media tarde en las inmediaciones del Coloso un policía recibió un disparo de bala de plomo que no le quitó la vida de milagro. Encima tras la requisa policial se halló un arma de fuego cargada y lista para disparar en la pensión leprosa. Bochornoso por donde se lo mire y algo que deberá ser investigado con la seriedad del caso. El reloj avanzaba y alrededor de las seis de la tarde los hinchas locales iban llegando al Gigante. El fantasma de la suspensión tomaba cada vez más cuerpo. A las 20, hora prevista para el inicio del cotejo sólo salieron a la cancha los jugadores de Central, con pecheras y para saludar a los hinchas. Ni ellos entendían bien qué pasaba. Finalmente la pelota nunca rodó, como unos pocos pero muy dañinos querían desde hacía rato. La mayoría de los rosarinos sintieron vergüenza propia porque el partido emblemático de la ciudad se manchó. Ya entrada la noche todas las partes sentaron posición y las declaraciones cruzadas no tardaron en llegar. Organismos de seguridad y organizadores dijeron que Newell’s tenía las garantías para trasladarse a Arroyito y no lo hizo. Mientras que desde el Parque le tiraron la pelota de la suspensión al Ministerio de Seguridad. A esta altura el papelón general ya estaba consumado. Y la sensación de vacío invadió a los amantes del fútbol en general, más allá de los colores que llevan en el corazón.
? Esta vez los protagonistas no fueron los técnicos, los jugadores, ni siquiera los hinchas de buena madera que son por lejos la mayoría. Ocurrió que un grupo de violentos se toparon con la policía en las inmediaciones del club donde no se jugaba el partido y lo recomendable era que no debía haber actividad. El saldo fue un policía herido que debió ser operado urgente (ver página 3). Ahí la fuerza de seguridad irrumpió en el club en busca de los violentos, ante la desesperación y angustia de muchas familias que estaban disfrutando de la pileta y la pasaron muy mal. En la requisa hallaron un arma cargada oculta en la zona de la pensión. Fue el principio del fin.? El hecho motivó reuniones de urgencia de las más altas autoridades de la seguridad de la provincia, el municipio y los directivos de Newell’s. Y hubo un sinfín de llamados telefónicos entre organizadores, representantes de la empresa televisiva, directivos canallas e incluso las más altas esferas de la AFA. El reloj avanzaba y el público iba tapizando las tribunas del Gigante, todos pegados a la radio y atentos a la llegada del micro leproso para ver si había clásico, pero el colectivo jamás salió de Ricardone. Luego el ministro Raúl Lamberto dijo que garantizaba el traslado del plantel rojinegro (ver página 4) y desde Newell’s, Guillermo Lorente lo negó rotundamente (ver página 5). Dardos cruzados que ponen sobre la mesa un grave cortocircuito discursivo.
? Lo que ayer debió ser una fiesta, con su correlato siete días después en el Parque con el público rojinegro, estuvo lejos de serlo. Al contrario, fue un domingo violento, triste, lleno de impotencia y con la sensación de que Rosario aún debe sincerarse en todos los aspectos y estamentos para poder volver a disfrutar del partido más lindo de todos. Una verdadera pena.
DIARIO LA CAPITAL - OVACION-
Lunes 21 de enero de 2013, 10:39